Isabel Allende - El plan infinito
Sin embargo, tardé una eternidad en aceptar que mientras más acumulaba más vulnerable era, porque vivo en un medio donde se machaca el mensaje contrario. Se requiere una tremenda lucidez, como la de Carmen, para no caer en esa trampa. Yo no la tenía, fue necesario hundirme hasta tocar fondo para adquirirla. En el momento del derrumbe, cuando no me quedaba nada, descubrí que no me sentía abatido, sino libre. Comprendí que lo más importante no había sido sobrevivir o tener éxito, como imaginaba antes, sino la búsqueda de mi alma rezagada en los arenales de la infancia. Al encontrarla supe que ese poder, por el cual tan desesperados esfuerzos malgasté, siempre estuvo en mí. Me reconcilié conmigo mismo, me acepté con un poco de benevolencia y entonces tuve mi primer atisbo de paz. Creo que ése fue el instante preciso en que tomé conciencia de quién soy en realidad Y me sentí por fin en control de mi destino.
El lunes llegué a la oficina dispuesto a ocuparme de los últimos detalles y encontré un ramo de rosas rojas sobre mi escritorio y las sonrisas cómplices de Tina Faibich y Mike Tong, que me aguardaban desde temprano.
— No tenemos el tesoro de Francis Drake, pero conseguí crédito — anunció mí contador, estrujándose la corbata, como siempre hace cuando está nervioso. — ¿Qué dices, hombre?
— Me tomé la libertad de llamar a su amiga Carmen Morales a Roma. Nos dará una buena suma. También tengo un tío banquero que está dispuesto a otorgarnos un préstamo. Con eso podemos negociar. Si nos declaramos en quiebra los otros no cobrarán nada, les conviene darnos facilidades y ser pacientes. — No puedo ofrecer ninguna garantía.
— Entre chinos basta la palabra de honor. Carmen dijo que usted la ha financiado desde que tenían seis años, que no hace más que devolverle la mano. — ¿Más deudas, Mike?
— Ya estamos acostumbrados; ¿qué le hace otra raya al tigre? — ¡Quiere decir que seguimos en la pelea! — sonreí con la certeza de que esta vez sería en mis propios términos.
Lo demás ya lo conoces, porque lo hemos vivido juntos. La noche que nos conocimos me pediste que te contara mí vida. Es larga, te advertí. No importa, tengo mucho tiempo, dijiste, sin saber el lío en que te metías con este plan infinito.
FIN